Vivir sin morir...



Despierto y pienso en la película del hombre bicentenario y las imágenes que evocó en mi mente. Pero a la par, ya semiconsciente, pienso: los niños son en verdad robots biológicos que reaccionan al toque del amor-corazón…

Y suena en mi mente la música de Joan Petit… ejemplo musical de cómo se va programando a los niños, poco a poco…

Cuando nacemos somos como un robot pues carecemos de vida o inteligencia propia, entendida como la capacidad de pensar y elegir por nosotros mismos.

Si somos educados con esmero, y conforme vayamos madurando, desarrollaremos la capacidad de pensar por nosotros mismos y sabremos elegir, en consecuencia, lo mejor para nosotros en relación al medio y circunstancias que nos rodean; pero en la película se observa otro tipo de niños-robot que «sólo tienen personalidad» y reaccionan automáticamente en base a su programación, lo que no significa que sean inteligentes ya que no tienen desarrollada la opción de elegir conscientemente.


Después, el proceso de maduración continúa y en el joven aparece la necesidad de verse reflejado en el amor de una mujer, lo que va convirtiendo poco a poco su proyección individualidad en conciencia de humanidad; lo que en la película se refleja en su lucha por conseguir que acepten su matrimonio y le consideren humano.

La última fase de la película es la que no comparto: en principio, el robot no envejece porque su cerebro «positrónico» es inmortal pero por amor hace que le transfieran sangre y así sus circuitos se van deteriorando hasta morir, simulando el envejecimiento humano.

No podríamos describir mejor lo que es el proceso de envejecimiento y muerte del alma que es la que se refleja en nuestro sentido de envejecer y morir como humanos.

Cuando en verdad, si consiguiéramos vivir sin que la sangre (reflejo de nuestras emociones) enturbiara nuestras ideas viviríamos, más y mejor, y aunque al final abandonáramos nuestro cuerpo, nuestra mente-alma permanecería inmortal…




Definición del amor expresada en la película:

Puedes perder el control. Lo pierdes todo. Los límites. La noción del tiempo. Los cuerpos llegan a mezclarse de tal modo que no sabes quién es quién o qué es qué. Y cuando la dulce confusión es más intensa y crees que vas a morir de algún modo, mueres quedándote solo y tu cuerpo separado, pero la persona que amas sigue ahí. Es un milagro, puedes llegar hasta el cielo y regresar con vida, y volver, siempre que quieras, con la persona amada.