Inteligencia superior…


Entre mi casa y el espacio donde suelo hacer la compra semanal hay un pequeño solar donde crece una higuera que parece no tener dueño. Es de un tamaño considerable y este invierno empecé a fijarme en ella, de forma especial, al ver el aspecto  tan majestuoso que tenía allí, en medio de la nada. Al ser invierno solo pude apreciar el tronco y las ramas que, al no haber sido podadas, dan al árbol una forma circular casi perfecta.

El caso es que, desde ese día, no podía dejar de observar su presencia cada vez que pasaba por su lado pues la sentía como algo vivo y cercano a mi propio sentir. Las semanas pasaban y de pronto un día vi aparecer en «mi» higuera unos pequeños brotes redondos cuando ni siquiera habían empezado a salir las hojas y supe que eran lo que vulgarmente conocemos como «brevas»; al poco empezaron a brotar las hojas y el latir de la primavera fue apareciendo gradualmente ante mis ojos, mientras el verdor iba cubriendo por completo el esqueleto invernal de la higuera.  Es como si se hubiera establecido un diálogo silencioso entre las dos y cada vez que paso por su lado es como si nos saludáramos…

De pronto, un buen día hace un par de semanas tuve un momento de inspiración mística y sentí en mis tripas algo que hasta ahora había sido poco más que un proceso racional, por mucho que llevase años «a cuestas» con el concepto de biorritmos cósmicos y conciencia de humanidad…

¡La higuera sabe! o quizás todo lo contrario ¡no necesita saber!...

Su existencia está integrada de forma natural en un TODO y forma parte de la Inteligencia superior que guía u ordena la existencia de todos los seres vivos incluida la nuestra, por supuesto…

Todo esto pasó por mi conciencia en apenas unos segundos pero sus efectos todavía perduran en mi. Es como si, desde ese día, corazón y razón se hubieran fusionado en un solo existir plegándose mi ser racional ante la evidencia más absoluta. Hace años que mi corazón clamaba por una imagen sencilla que diera paz y respuestas ¿acaso no son lo mismo? a los conflictos que asolaban mi vida cotidiana; ya por entonces pensaba que no tenía sentido que la existencia fuera algo «difícil» «doloroso» o problemático y que si esto sucedía era porque algo fallaba en la persona, algo que tenía que integrar o recuperar, algo que se había perdido por el camino…

Dentro de mí siempre ha existido el convencimiento de que la vida humana puede y debe de ser fácil y bella; armónica e integrada en el fluir de la naturaleza. Lo «sabía» pero no fui capaz de darle voz a este conocimiento hasta que la vida me forzó a romper con todos los esquemas adquiridos, una y otra vez.

Y cuando en este tránsito del invierno a la primavera vi brotar la nueva estación ante mis ojos en tiempo real, TODO MI SER SUPO que ¡por fin! Había encontrado las respuestas tanto tiempo esperadas; respuestas que, por otra parte, siempre habían estado ante mis ojos, solo que estos estaban ciegos al autentico «saber».

Desde aquél día es como si una parte de mi ser hubiera reunificado todos los «yoes» que poblaban mi conciencia y los hubiera fundido en un solo ser que no necesita más «saber» pues se sabe guiado, en todo momento, por la Inteligencia superior que guía y conecta todas las conciencias que pueblan este planeta (mineral, vegetal y animal)…

En apariencia, nada ha cambiado pero desde ese día mi SER sonríe agradecido y se afana en mostrarse coherente con la «gracia» recibida…


Comparto con todos vosotros algunas imágenes de la conciencia vegetal que me acompañan en esta primavera… 

Cada vez que paseo y veo cómo las sencillas plantas del campo crecen año tras año «sin jardinero alguno que las cuide» siento una gratitud enorme por la inmensa sabiduría de la Vida