¿Estudias o trabajas? Licenciados en ciencias de la vida



Indice de Sostenibilidad 

¿Para qué se necesita un título universitario o profesional? Un título certifica que posees un conocimiento concreto y se necesita cuanto tienes que responder por la vida o hechos de los demás en tu espacio profesional. 
Por eso hay profesiones que no pueden ejercerse legalmente sino posees una certificación académica explícita y homologada. De hecho, los médicos y los maestros fueron de los primeros oficios regulados académicamente y todos sabemos lo que es un poder notarial…

En la actualidad, los jóvenes que acaban su formación profesional o universitaria, consiguen un trozo de papel sellado que certifica que han superado un número de créditos académicos, pero sólo los más aventajados de su promoción consiguen, inmediatamente, un puesto de trabajo cualificado y relacionado con la especialidad elegida. El resto es derivado a la búsqueda de una experiencia profesional que les permita conquistar su lugar en el espacio laboral. Algunos lo conseguirán poco a poco pero una gran mayoría se conformará con un puesto en la primera empresa que le acepte y le ofrezca estabilidad.

Por el camino se quedaron todos los que no consiguieron un título y tuvieron que conformarse con un trabajo en el área de servicios o buscarse la vida como profesionales autónomos, espacios donde lo que cuenta no son los títulos sino tu quehacer profesional diario por el que se va desarrollando una capacitación profesional y el reconocimiento ante jefes y clientes.

El 100% de los titulados reconoce que al acabar sus estudios no sabían trabajar en lo «suyo», salvo quizás aquellos espabilados que optaron por conciliar desde el principio, estudios y trabajo, lo que da alguna ventaja a la hora de incorporarse al espacio laboral nada más titularse. 

Este retraso en la adquisición de una cierta madurez profesional hace que hoy día sea habitual que personas de 30 o 35 años estén a la espera de conseguir su estabilidad profesional y económica y por consiguiente, retrasen la adquisición de compromisos familiares. 

¿Cómo se ha llegado a esta situación?

Hay quien piensa que es por la masificación pero yo no estoy de acuerdo y pienso que cambiando de los pies a la cabeza el proceso de formación académica y profesional el problema se solucionaría y la juventud no tendría que pasar por el cuello de botella que supone la búsqueda de su primer empleo serio. No voy a entrar en el cómo pero si en el qué habría que hacer para simplificar al máximo el acceso al mundo laboral.

Es muy sencillo, tan sólo hay que eliminar el concepto de estudio del ámbito formativo en introducir a los jóvenes en la práctica laboral desde los 12-14 años a tiempo parcial y tutelados en forma individual o en grupos de 3 o 4 jóvenes como mucho, por un mentor cualificado, no necesariamente por un título, sino por su amplia experiencia en el desarrollo de su labor profesional.

Los jóvenes tendrían que rotar por distintos espacios profesionales hasta llegar a la edad adulta (allá por los 23 o 25 años), permaneciendo un mínimo de 3 meses y un máximo de dos años en cada uno de los espacios de formación; Tiempo siempre determinado en función de la complejidad del puesto.

No tendrían que pagar nada por esta formación pero tampoco recibirían un sueldo y además tendrían acceso al material teórico/educativo durante varias horas al día, siempre de forma voluntaria, garantizando así que sólo aquellos que genuinamente sientan nacer su vocación demanden el conocimiento necesario.

Con el tiempo, el joven tendría la capacidad suficiente para saber a qué quiere dedicar su vida y no tendría problema alguno en continuar su tiempo de formación y desarrollo profesional por cuenta propia, ya sin supervisión o tutelaje alguno.

Con este método el nivel de autonomía, autogestión y formación continua está garantizado y la insatisfacción profesional no existe.

Sigamos dando ejemplo para que el cambio llegue también al ámbito formativo.