Mapa emocional es el itinerario invisible que se crea a lo largo de nuestra infancia donde quedan señalizadas todas las circunstancias, positivas y negativas, relativas a los tiempos y espacios vividos.
En este mapa, se incluye también el tiempo dedicado a la lectura, cine o TV; las asignaturas escolares, preferidas u odiadas, la influencia de profesores, etc. Este mapa emocional determina nuestra relación con el pasado y genera una especie de cúpula de cristal, a modo de techo o nivel de superación personal.
Los marcadores positivos (experiencias marcadas por el placer) nos llevan a repetir, una y otra vez, dichas experiencias hasta asegurarse que las hacemos conscientes y las convertimos en experiencia adulta.
Los marcadores negativos (experiencias marcadas por el dolor o la insatisfacción) nos indican que esa vía es una vía muerta, un camino cortado que no lleva a ninguna parte.
El tiempo para resolver el mapa emocional es el tiempo de adolescencia-juventud aunque, si la educación recibida en las aulas fuera la adecuada, el mapa emocional se iría revelando a la par que se van superando los cursos escolares. Al finalizar la universidad, la personalidad estaría definida y el acceso al mundo adulto garantizado.
Dado que el proceso educativo no favorece la resolución del mapa emocional, que es el que genera las aptitudes y actitudes de inicio ante la vida, las personas atraviesan su tiempo de adolescencia y juventud como pueden, originándose innumerables experiencias de ensayo-error que quedan registradas como negativas y que se acumulan en forma de lastre emocional.