Especial enfoque holístico de la proyección laboral. 2º de cuatro
Hoy quisiera valorar el tema de las notas, desde el punto de vista holístico, con el fin de situarlo en su contexto emocional y biológico ya que, casi todo el mundo piensa que «sacar buenas notas» es cuestión de suerte o de «empollones». También quisiera aproximar el tema de «las notas» al espacio adulto ya que la mayoría de personas piensan que el tema «notas» se acaba al finalizar los estudios pero lo cierto es que, interiormente, todos poseemos un sistema de calificación que se encarga de valorar y de valorarnos y, por mucho que lo ignoremos, cada paso que damos en la vida, cada palabra que pronunciamos, cada gesto o actitud con la que «actuamos» es calificada de acuerdo a esta sistema de «datación» que, por cierto, nosotros mismos hemos configurado, aunque, al principio, de forma inconsciente.
Empecemos por el espacio escolar, aunque primero contaré una pequeña anécdota: «Suelo escuchar la radio en un mp3 y tengo las emisoras memorizadas para acceder a ellas en forma directa. Como todos sabemos, la tecnología actual permite sintonizar y digitalizar sin problemas el dial radiofónico en pocos segundos, algo que antes, con los aparatos analógicos, era un proceso ruidoso y mucho más lento. Pues bien, una mañana al tratar de sintonizar una de mis emisoras habituales, no lograba encontrarla pues las memorias no coincidían con las que yo había memorizado previamente. Extrañada lo dejé de lado y pensé que por alguna razón se habrían borrado. Al comentarlo en casa resulta que se lo habían llevado de viaje y al estar en otra ciudad memorizó nuevas emisoras… así que sintonicé de nuevo el aparato con las frecuencias de mi zona y ¡listo! »
Apenas terminaba de resolver esta cuestión y mi mente ya estaba asociando el tema: sintonías, emisoras de radio con el tema conexión personal y más concretamente (dada la época en la que estamos) con el tema notas-nivel de conexión personal…
En efecto, las notas no son más que el reflejo del nivel de conexión o «sintonización» que el alumno tiene con la materia-profesor en cuestión, pues son inseparables. Esta conexión puede ser objetiva o subjetiva, según el grado de motivación o consciencia con el que la familia envía al pequeño infante a la escuela. Además, los niños pequeños no poseen «wifi» o la capacidad de conectarse intelectualmente a través del pensamiento. Los niños conectan a través de los sentimientos de su madre (por cable o emoción) y ésta opera a modo de «router» y les transmite día a día, el centramiento y posicionamiento para captar las distintas emisoras-asignaturas.
Una madre centrada facilitará mucho las cosas a la hora de que sus hijos sintonicen/conecten/memoricen con facilidad, la materia a integrar o aprender. Para ser una madre centrada necesitas una referencia personal estable, unas coordenadas tiempo-espacio que te garanticen y reflejen tu lugar en la comunidad. Estas coordenadas, por supuesto, tienen que ser algo concreto y tangible como los brazos de un esposo o, a falta de esto, las paredes de un hogar en el que criar a tus hijos. A falta de lo uno, la importancia de lo otro se magnifica.
Antes de continuar quiero diferenciar el concepto de estudiar de el concepto de aprender pues, si estamos conectados, aprendemos sin esfuerzo y las materias se «desgranan» con facilidad. El niño cuya madre «ocupa su lugar» se aprende la vida con naturalidad, sin esfuerzos y sin tropiezos y lo que a unos les resulta árido y complejo, difícil e incluso antipático (materia y profesor) a él le «entra» sin pensar…
Este sentimiento de conexión concede al niño la capacidad de escuchar con atención y de permanecer sentado el tiempo que haga falta. ¿Acaso los niños pequeños no permanecen quietos y abstraídos cuando el juego les atrapa? ¿No somos capaces de permanecer horas con un libro en la mano si el tema nos interesa?
Nuestra mente viene «programada de serie» para APRENDER y mostrar interés por el mundo que nos rodea, asignaturas escolares incluidas. (Con esto no estoy diciendo que los sistemas de enseñanza no deban de evolucionar, la hacen continuamente aunque al ritmo que las masas-gobiernos lo permiten) Y cuanto esto no sucede, de forma espontánea o natural, es que hay algún problema en la capacidad de conectar al niño con el medio. Salvo excepciones, que suelen confirmar la regla, no hay profesores tan «malos» que suspendan a toda una clase (o a una mayoría) aun así, con un sólo alumno que sacara buenas notas, en el conjunto de una mayoría a la baja, habría que preguntarse ¿cómo lo ha hecho? ¿Qué capacidades ha puesto en juego?
Cosa, que como todos sabemos, no suele suceder, muy al contrario, se le tacha de «empollón» y al profesor de «hueso» o directamente de mal profesor. Además, está comprobado que la mayoría de alumnos que «van mal», cuando reciben atención personalizada (que es igual a recibir atención familiar) son capaces de aprobar. Lo que demuestra que su problema proviene de su falta de capacidad para sintonizar o prestar atención, cuando están en grupo, ya que entonces, pierden la capacidad de «ser ellos mismos» y se bloquean o desconectan, se convierten en cero o nada, o en 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, en función del porcentaje de SI-MISMOS que pierden cuando se alejan de los muros de su madre-casa. ¿O es su madre la que está lejos de sí-misma?
El aprendizaje en la escuela se reduce a integrar la enseñanza básica o sea, a desarrollar la capacidad de leer, escribir, escuchar, hablar, tocar y mirar con soltura el mundo que le rodea. El niño debe de desarrollar la capacidad de saber quién o qué es ¿Niño? ¿Pollo? ¿Árbol? ¿Montaña? Y RESITUARSE continuamente en función del grupo.
Podría decirse que todo el proceso se reduce a desarrollar la capacidad de pisar fuerte en la vida, de aprender a dar los primeros pasos, (primeras letras, primeras canciones, primeros dibujos, etc.) con soltura y seguridad, siendo observado por profesores y compañeros.
- Autoestima y autoconfianza que no provienen de la escuela pero que es en la escuela donde se multiplican o se dividen por tantos compañeros como tengas en clase.
«Pienso que es importante aclarar que las primeras letras se sientan sobre los primeros besos, las primeras caricias, las primeras papillas, los primeros cubiertos, los primeros zapatitos, las primeras palabras…»
Si el paso por la escuela es grato, lo natural es que el apetito por «el SABER» continúe en el instituto; pero suele suceder que muchos buenos estudiantes no dan el salto del área de conexión local-familiar (escuela) al área de conexión grupal-profesional (instituto) y también es habitual que, cada vez se disfrute menos del concepto de aprendizaje y se lo considere una especie de esclavitud. Esto se debe a que el nivel de centramiento o conexión que se requiere es cada vez más alto (se necesita más capacidad de descarga o de ADSL) y cuando se llega a la pubertad, no sólo depende de la madre, sino que biológicamente los jóvenes estudiantes tienen que «arrimar el hombro» tomando conciencia de lo que significa estudiar, de cara a su futuro.
Cuando esta toma de conciencia no se produce (muchos padres no son capaces de instalarla) el proceso de aprender-estudiar deja de ser algo fácil e interesante y se convierte en un ROLLO que hay que superar, cueste lo que cueste. Se convierte en una OBLIGACIÓN, tanto para padres como para los hijos y, aunque muchos logran finalizar una carrera universitaria, no significa que hayan aprendido gran cosa, solamente que memorizaron a la fuerza, rollos y más rollos con el fin de superar los exámenes.
Cuando se estudia por obligación o por miedo, la conexión se pierde y los contenidos no se descargan en el disco duro de nuestra memoria personal; Más tarde, al obtener «la nota» o el título (que es lo que se busca para aprobar y no el disfrute de lo aprendido), toda la materia estudiada se evapora y los ficheros quedan vacíos de contenidos por lo que al salir del espacio universitario y tratar de acceder a su interior, nos dará «error de lectura».
Es natural que todos los que no hayan sentido la pasión del aprendizaje a lo largo de su formación sientan pánico escénico a la hora de acceder al mundo laboral en el que, por otra parte, se sigue con el mismo baremo, sólo que se cambian las notas por el estatus económico y social. Dejando la pasión del vivir y el disfrute de los sentidos, en el día a día, para las vacaciones, los fines de semana, las juergas y fiestas sin fin, etc.…
- Trabajar se convierte en un ROLLO, lo mismo que lo fueron la escuela, el instituto y la universidad y se espera con «ansia» la llegada de la nómina o del siguiente tiempo libre semanal, puente o anual.
¡Qué triste! Me resulta el pensar en todos los niños, jóvenes y adultos que pasan como almas en pena de lunes a viernes (estudiando o trabajando es lo mismo), esperando la «liberación» del recreo, de la calle, del fin de semana, del viajecito; el partido, el ligue, etc. etc. etc.
Es muy triste pensar que hoy día, el máximo nivel de conexión personal esté reflejado en el nivel universitario y, sin embargo, en la práctica NO SIGNIFICA NADA.
¡El alma universal clama por ser escuchada y alimentada!