Especial enfoque holístico de la proyección laboral. 1º de cuatro
¿De qué depende nuestra contratación y permanencia en una empresa? Quisiera dejar claro este punto pues sé que a muchas personas les angustia el tema de su estabilidad laboral. Personalmente, no creo en la sentencia bíblica: «ganarás el pan con el sudor de tu frente» pese a ser una realidad para millones de personas.
Trabajar con alegría, sin miedo y sin trabas, es un don divino que se nos concede cuando nuestra actitud ante la vida y, por tanto, ante el quehacer diario, es el resultado de un compromiso sagrado, en el que nuestra conciencia o voluntad personal se compromete a dar lo mejor de sí misma a su comunidad. Muy pocas personas gozan de este don o derecho divino y, por ello, el tema de la estabilidad laboral es un tema recurrente desde el pasado hasta nuestro presente.
Se podría argumentar que muchas personas trabajaron a lo largo de toda su vida sin conocer ese don, pero yo contestaría ¿A qué precio? ¿Sabes cuánto tienen que sacrificar las personas, no conscientes, para mantener fijos sus puestos de trabajo?
A la hora de intercambiar mis servicios, la única moneda que acepto es la satisfacción del deber cumplido; el gozo de realizar, día a día, una labor bien hecha y la recompensa de poder ofrecer, cada cierto tiempo, un compromiso aun mayor con el planeta. ¿Y el dinero? ¡Pues claro que entra en el trato! Es lícito ajustar un valor económico a nuestros servicios, pero no en función de la oferta y la demanda como muchos piensan o creen, sino en «la justa medida» que es aquella que nos permite alcanzar todo lo que necesitamos, en el momento exacto que lo necesitamos.
En estos momentos, puedo ver con claridad cómo se produce el proyecto de un futuro contrato: por un lado, una persona, sus capacidades y talentos; del otro, la Tierra, representada por las necesidades, más o menos globales, de la comunidad a la que pertenece el aspirante a servir. La tierra es como una gran agencia de RRHH que, día a día, sondea al colectivo humano activando sus demandas de evolución global, casi exclusivamente, en el área económica-laboral.
La cuestión que planteo en este texto es: ¿Puede una persona controlar conscientemente el flujo de demandas laborales hacia su espacio profesional? La respuesta es sí, con un grado de certeza del 100%.
La forma de hacerlo es mediante la oferta -u ofrecimiento sincero- de su tiempo laboral: capacidades y talentos, no a las empresas de contratación (eso viene después) sino, en primer lugar, a quien determina que la balanza se incline hacia un lado u otro.
Hay que ofrecer nuestros servicios a la conciencia suprema, dios, planeta, yo superior, etc., como gustéis de nombrarlo. La dificultad -siempre la hay en estas cuestiones- radica en que la Tierra no acepta a cualquier candidato como servidor. Ella sólo contrata a personas que están dispuestas a dejar atrás el miedo, el rencor, la crítica, la pobreza, el dolor, las historias personales, etc.
- Sólo acepta currículos en los que el compromiso de evolución en común está garantizado.
¿Qué significa esto? Pues que no basta con decir: vale, seré bueno, no mentiré, no criticaré, etc. ¿Me contratas? Con la madre Tierra esto no funciona. Ella necesita ver y sentir, en la práctica, que la persona entiende con claridad el concepto de evolución conjunta o grupal. Y, por ello, ofrece distintos niveles de contrato en los que se va poniendo a prueba, primero, el grado de pureza emocional y, segundo, el nivel de compromiso evolutivo.
Cuando la persona supera estos dos niveles su puesto laboral está garantizado. Ha opositado al nivel de «humano con recursos» y, pase lo que pase a su alrededor, mientras mantenga estos dos preceptos, su proyección laboral irá por buen camino.