Una de terror.. o cómo cambiar tu suerte



En este tiempo de verano se acentúa el riesgo de "cargar" con sombras que no nos corresponden y gravar así nuestro sistema energético-emocional con historias ya superadas... La relajación propia del verano incita a romper con la disciplina habitual y los límites válidos durante la cotidianidad desaparecen en aras del tiempo vacacional...

Mi intención no es "aguar" la fiesta sino prevenir historias "para no dormir"...

Esta noche he despertado con un sueño en el que aparecían vampiros que te atacaban si permanecías en el exterior por la noche; a una señora que estaba conmigo la mordían pero sus células neutralizaban el veneno porque era «santa» que en mi código significa persona que no miente, inviolable. Lo curioso de este hecho es que al levantarme para ir al baño sentía un miedo visceral intenso hasta he tenido que encender la luz del pasillo. Y después, de vuelta en la cama, seguía inquieta, sobresaltándome con los crujidos normales de la noche. Sentía como si hubiera presencias a mí alrededor observándome, aunque mi mente permanecía tranquila preguntándose que variable se habría producido para activar este miedo, propio de etapas infantiles o de debilidad físico-emocional.

La única variable extraña fue ayer tarde. Durante el paseo, ya al oscurecer, accedí a pasar por un tramo que no está asfaltado ni iluminado, fuera de los límites urbanizados del pueblo donde resido. De normal me niego, pues siempre he sentido un respeto natural hacia estos sitios cuando llega la noche pues pienso que en ellos habitan los seres de la oscuridad y esta percepción no es fruto de la ignorancia sino todo lo contrario, aunque hoy he tenido constancia de ello. 

Ayer mi cuerpo debió de sintonizar con las frecuencias de estos seres de las sombras que, mientras el sol está presente, no pueden abandonar su refugio en el interior de la tierra. 

Tampoco suelen emerger en zonas pobladas e iluminadas pues su frecuencia está ligada a la de las rocas y tierra en estado natural. Son los restos de seres desencarnados ligados a la frecuencia más básica, la que corresponde al plano mineral. Seres que en vida apenas superaron el nivel de supervivencia y que al morir quedaron ligados a este plano. Estos seres no tienen el nivel vibratorio necesario para elevarse y proseguir su evolución. Apenas son condensaciones oscuras y pegajosas que se adhieren como las pulgas o las garrapatas para alimentarse de tu energía.

Desde tiempos inmemoriales, el hombre se ha protegido de estos «malos espíritus» iluminando y humanizando las zonas de residencia y de paso habitual. Esto eleva la frecuencia y disuelve estas emanaciones que suelen condensarse en zonas húmedas y sobre todo oscuras. La mente humana ha reflejado esta experiencia en forma simbólica, proyectando imágenes de seres terroríficos de ojos rojos que ven en la oscuridad, seres que no duermen y que atacan a las doncellas o personas incautas que se internan en la «oscuridad». Cuando una persona viva vibra en frecuencias muy bajas (emocionales o físicas) lo manifiesta con miedos, angustias y fobias relativas a estos símbolos y tendrá miedo o, por el contrario, se sentirá atraída por espacios o ambientes oscuros, física y emocionalmente hablando; y proyectará dicho miedo en animales como las serpientes, insectos de suelo, gusanos, etc.

Además sus constantes vitales están alteradas empezando por el sueño que será poco o de mala calidad. 

A estos niveles de oscuridad se refieren las películas que hablan de las sombras maléficas ya que a ellas pertenecen las memorias de todos los seres que han muerto sin completar su ciclo de formación (no llegaron a adultas). Son algo así como depósitos de chatarra ya que ni siquiera son «desguaces» en el sentido de poder ser reutilizados como emoción. Son el cubo de proyectos fallidos que esperan ser biodegradados. Estos restos son altamente contaminantes y lo mejor es dejarlos descansar en paz. A este espacio no sólo van a parar las personas que un día nacieron y murieron sin nacer a la vida adulta. También se instalan en él todos los pensamientos que atraemos sin una intención o propósito de futuro consciente, cada vez que hablamos por hablar, o que hacemos el amor de forma automática o que hacemos algo sin una intención consciente. Cuando esta actitud es habitual, se tiene una conexión directa con esta frecuencia y estas personas, además de miedosas, suelen tener mala suerte...

Algunas de las supersticiones antiguas (por no decir todas), tienen su origen en el sentir anímico del pueblo que no necesita explicaciones racionales para observar las relaciones causa-efecto. Los lugareños conocían de primera mano en qué sitios y a qué horas sucedían habitualmente los accidentes y desgracias. Por eso construían símbolos de piedra, capillas y creaban rituales de protección cuando no tenían más remedio que aventurarse por dichos espacios. Esto también ha dado lugar a leyendas sobre personas embrujadas (con mala suerte) o, por el contrario, personas con buena suerte a las que estas dimensiones de la oscuridad parecen no afectar.

Personas con luz propia que tienen fe en la vida y acceso a niveles más altos de conciencia. Estas personas más que inmunidad lo que tienen es sabiduría innata para no meterse en problemas; tienen una especie de radar que les avisa de cuándo y dónde girar o pararse en el camino. La persona que no tiene este radar activado tiene un nivel de vida muy bajo, emocionalmente hablando y todo le va de mal en peor. El origen de esta mala o buena suerte se remonta al momento de la concepción, en función de la intención que albergaran sus padres. En la medida que la intención es más baja o inconsciente, más difícil lo tendrá dicha persona a la hora de vivir. Por eso la mayoría de personas más que vivir, sobreviven. Y aquí radica el origen de todos los accidentes, muertes y desgracias que se producen a lo largo de la vida de una persona.

Para poder cambiar esta «suerte de nacimiento» se necesita ayuda externa, a ser posible profesional, pues si se ayuda a este tipo de personas en forma personal, estás cambiando tu suerte por la suya, o lo que es peor, mantienes a raya tu mala suerte mientras te proyectas como salvador en niveles de supervivencia aun más bajos que los tuyos, lo que no mejora en nada el panorama humano. 

El problema de la supervivencia es un problema endémico, fruto de la ignorancia y de la pobreza y se necesitará un trabajo multidisciplinar y de cooperación entre naciones, mantenido durante generaciones para que pueda ser erradicado de la faz de la tierra.

Mientras tanto, ¡cuídate de la oscuridad manteniendo tu fe encendida!