El fin de una guerra...

¡Aleluya! 

¿Qué es lo que decide el final de una guerra? ¿Qué o quién decide cual va a ser la parte ganadora? ¿Existen factores determinantes (económicos, estratégicos, etc.), tal y como algunos postulan?


O, ¿son la suma de los ideales, encarnados en el comportamiento de cada uno de los ciudadanos involucrados en el conflicto, los que determinan el resultado final?

Así es como sucede: el «bien» encarnado en los valores humanos que cada una de las personas que forman parte de cada uno de los «bandos» va sumándose día a día, persona a persona, y la suma total de estas acciones de bondad, coherencia, lealtad, solidaridad, altruismo, confianza en el futuro, etc., puesta en los platillos de la balanza será la que en verdad, decida el resultado final. Otorgándole la victoria a la parte de la contienda que más positivos sume.

Esta carga positiva es la que decide o carga el torrente energético que anima las acciones y actitudes de los soldados y mandos militares que son, en última instancia, los que libran las batallas en representación de su país.

Una guerra se desarrolla en el plano político/militar (o plano grupal), lo mismo que la enfermedad en el plano individual y en este plano es la actitud positiva y la coherencia personal lo que resuelve en positivo y nos permite recuperar la salud.

Aunque a algunos les resulte difícil de creer, también en lo «grande» las actitudes individuales son las que marcan la diferencia…

Aunque el todo es mayor que la suma de las partes…
¡Cada una de las partes cuenta!