Fe, Esperanza y Caridad...


Hace ya mucho tiempo, en medio de una crisis vital que cambió el rumbo de mi existencia, una persona me planteó la cuestión de la Fe. Literalmente me preguntó: ¿tienes fe para soportar lo que te está pasando?
Aquella pregunta me desconcertó pues lo primero que vino a mi mente fue: ¿Fe? ¿Qué es la Fe? ¿Dónde puedo encontrarla? No recuerdo lo que le contesté, creo recordar que sonreí, en medio de una mueca de tristeza y aflicción...

Desde aquel día, la búsqueda del significado de la Fe germinó en mi interior concretándose en una búsqueda interna y muy intensa que me llevó a explorar todo tipo de dimensiones, desde la más sutil a la más densa. En esta búsqueda no sólo recuperé la Fe, sino que a la par se abrieron las búsquedas de sus hermanas y compañeras, Esperanza y Caridad. Para mi sorpresa, estas funciones vitales del alma/psique/mente humana, no estaban en las regiones sutiles del espíritu como de pequeñita me habían contado y que fue donde primero me fui a buscarlas... 

Un día, de repente, indagando en mi propia experiencia del «creer» me di cuenta de que creía en aquellas cosas que me daban fuerza, en aquellas cosas que había experimentado y que, por tanto, formaban parte de mi trayectoria vital. Comprendí, más bien fue una intuición, que el nexo entre Fe y experiencia vital era la clave para vivir en positivo y que era imposible mantener o recuperar la fe en la vida o la FE (con mayúsculas), sin el respeto y conocimiento de tu propia historia. De ahí me fue muy sencillo llegar a comprender que ese respeto y conocimiento pasaban por el respeto y atención de las necesidades más básicas como el descanso, la alimentación y el ambiente-relaciones que eran las que mantenían en equilibrio o desequilibrio mi mapa emocional. 

Al fin, pude concluir la búsqueda de la Fe. Siempre había estado ahí, en mi «conexión divina» con la Naturaleza integrada en la relación con mi propio cuerpo. Y supe que unos hábitos de salud apropiados, eran lo que contribuían en mayor grado, a mantener la luz, la llama de mi corazón-mente, encendida. 

Una vez que la llama vital (apagada durante años) resurgió de sus cenizas, intuí que la «madera» que alimentaba este fuego vital de la existencia, tenía que ser ese otro concepto que llamamos Esperanza. Esta vez, caminaba segura, pues tenía la fuerza vital de mi parte y la búsqueda se desarrolló de forma serena y tranquila. En realidad, no hubo búsqueda, pues fue el fuego de la fe, al prender con fuerza, el que iluminó lo que hasta ahora había sido oscuridad y me permitió ver que la Esperanza se encuentra en todas aquellas personas que, día a día, trabajan por un mundo mejor y que no necesitan ser conscientes de ello ni hacer apostolado alguno. Pude ver, con total claridad, que el trabajo bien hecho es el mejor ejemplo para jóvenes y adultos y que DAR EJEMPLO, ES DAR ESPERANZA. 

En este proceso entendí que el trabajo bien hecho nos aporta un grado de dignidad, difícilmente obtenido por cualquier otro medio, y que el dinero conseguido como remuneración por una labor bien hecha, tiene un valor infinitamente mayor que el que se obtiene simplemente por «trabajar»...

Llegados a este punto, hacía ya algún tiempo que el concepto de Caridad rondaba por mi mente. En los últimos años, se había convertido en LA INTERROGANTE (con mayúsculas). Necesitaba aprehenderlo, asirlo conscientemente para no ser devorada por el fuego vital que ahora ardía en mi interior con una fuerza inconmensurable. De nuevo, los caminos trillados no fueron viables, lo único que rescaté de ellos fue la idea que de la Caridad, para ser bien ejercida no se ha hablar...

Y durante mucho tiempo estuve ahí, suspendida de ese concepto, experimentando, aproximándome y alejándome. 

Esta aproximación me llevó a relacionarlo con el concepto de Amor, del que también llegué a la conclusión que era un concepto para no ser hablado pues perdía su esencia y que el Amor es una experiencia, una vivencia en la que debes de sentirte inmerso. Algo así como una forma de entender la propia vida y la de los demás.

Un día, la luz iluminó por completo la estancia del Amor-Caridad y comprendí, (pude ver) que ACTUAR desde la Fe y desde la Esperanza en el día a día...    ¡era estar viviendo en Caridad!


Y entonces supe que la Caridad o el Amor (como prefieras), son la esencia de la Naturaleza humana y que estamos destinados a llegar a este nivel de conciencia, aunque para ello debamos de pasar por innumerables crisis vitales cuya finalidad última es llevarnos a nuevas formas de vivenciar el día a día.